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Artículo Revista Ciencia, Tecnología e Innovación
Julio - Diciembre 2019 Volumen 17, Número 20 11-30
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Mariaca K. Sentires y pensares epistemológicos sobre diversidad
biocultural de montaña y desarrollo integral para Vivir Bien en
Bolivia.
Deducir las causas de dichas problemáticas
sociales, amerita un profundo análisis
multidimensional sobre las formas locales de
gestión que caracteriza a los asentamientos
humanos o unidades socioculturales que habitan
en las montañas (como se denominan en la Ley N
o
300, Ley Marco de la Madre Tierra en Bolivia). Es
evidente que la presencia de las unidades
socioculturales genera impactos en el estado de la
biodiversidad y ecosistemas de montañas, siendo
por ello fundamental el entendimiento de las
características socioculturales, de los saberes
ancestrales y de la sabiduría de las poblaciones
locales. Asimismo, cabe mencionar, que esta
misma ley comprende a los ecosistemas como
zonas de vida, que, a su vez, conforman los
sistemas de vida cuando se relacionan con las
unidades socioculturales. La Ley de la Madre
Tierra, en su artículo 5, parágrafo 16, define a las
zonas de vida como: “las unidades biogeográficas-
climáticas que están constituidas por el conjunto
de las comunidades organizadas de los
componentes de la Madre Tierra en condiciones
afines de altitud, ombrotipo, bioclima y suelo”.
La comprensión de la biodiversidad de
montaña entonces no debe basarse exclusivamente
en un análisis fundamentado en la ciencia
occidental moderna, y más bien, debe incluir la
concepción local sobre el territorio de las
montañas. En la destacada tesis doctoral de
Delgado, F. (2002), es posible comprender a
detalle la connotación sobre territorio desde la
visión endógena de mundo, en este caso desde la
cosmovisión andina. Según el autor, el territorio
desde la concepción andina está conformado por
tres ámbitos interrelacionados: el ámbito natural,
el social y el espiritual, siendo el ámbito espiritual
el espacio donde la dimensión natural y
socioeconómica cobran vida y logran una
connotación de sacralidad, al entretejerse a través
de los rituales realizados en tiempos y espacios
regidos por los calendarios astronómicos
(Delgado, F., 2002:284).
La cosmovisión andina nos ofrece esta
connotación holística del territorio y la
connotación de que todo tiene vida, y encuentra su
máxima expresión en la propuesta civilizatoria del
Vivir Bien o Buen Vivir, que fundamenta sus
raíces filosóficas en el término Sumaq Qamaña en
aymara, o Sumac Kausay en quechua. Según
Medina J., Qamaña es “el lugar de existir”, es algo
vivo, compuesto por seres vivos y habitados por
seres vivos. Así, para los aymara, el subsuelo, el
suelo, el agua, el aire, las montañas no sólo que
están vivos, sino que son, además, los espacio-
tiempo en que los “seres espirituales están
latentes” (Medina, 2006:33).
De este modo, emerge la dimensión
espiritual dentro del análisis de los territorios de
biodiversidad, dimensión que al parecer está
siendo considerada también en las reflexiones del
mundo occidental. En cuanto a biodiversidad de
montaña y la espiritualidad específicamente se
refiere, la FAO a través del programa Mountain
Partnership reconoce la relación existente entre
ambas, y considera la espiritualidad como uno de
los bienes y servicios que proporcionan los
ecosistemas de montaña, empero, el mismo
documento sitúa el “valor espiritual” junto al
“sentido de pertenencia, deportes y turismo”
(Mountain Partnership, 2018:4).
Según el pensador brasileño José de Souza
Silva, ya en la década de los 60 emerge una
revolución cultural que promueve la relevancia de
“lo humano, lo social, lo cultural, lo espiritual, lo
ecológico y lo ético”, en un acto de desafío a las
premisas de la “civilización occidental y los
valores de la sociedad industrial de consumo”,
fundamentada en una visión mecánica del mundo.
En contraste, emerge una visión de mundo que
interpreta la realidad como “una trama de
relaciones, significados y prácticas entre todas las
formas y modos de vida humana y no humana”, al
igual que la realidad concebida desde la propuesta
del Vivir Bien (Silva, 2018:49). Al parecer, la
incapacidad de cumplir las promesas de bienestar